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La concepción protestante de Bergoglio acerca de la Misa, otra herejía

abril 7, 2013

«No quisiera ser blasfemo» -dice Kaifas Bergoglio en la narración- «pero con todo respeto podría decir que el Señor nos ofrece como si fuera un APERITIVO DEL BANQUETE se nos adelante ya… dándosenos como parte de ese banquete que va a ser pleno allá…»

(escuchar a K-Bergoglio en el minuto 0:50)

La Iglesia sentencia en Trento:

“Si alguno dice que en la Misa no se ofrece a Dios un verdadero y propio sacrificio; o, que ser ofrecido es sólo que Cristo se nos da como alimento; sea anatema” (Denzinger, “Enchir.”, 10ma ed. 1908, n. 948).

La doctrina herética del «banquete» fue proscrita por el Concilio de Trento (Ses. XXII, can. 1), es decir, que la Misa y la Comunión eran idénticas. En los círculos ingleses y americanos la tal llamada “teoría del banquete” del difunto obispo Bellord una vez causó alguna agitación (cf. La Revista Eclesiástica, XXXIII, 1905, 258 ss).

… antes del protestantismo el término cena no tenía ninguna connotación negadora del sacrificio ni de la presencia real de la Eucaristía. Se decía también la palabra ágape para la reunión en el Cenáculo. Sólo a partir de Lutero, Crammer, etc. estas palabras empezaron a inducir un sentido o iniciación anticatólicos. Son muy comunes estos ardides para, primero, despojar de su común entendido y sustituirlo con otro que, como los chupones de los rosales, enflaquezca el verdadero. Se quita la palabra hostia y se dice solamente pan, se sustituye altar por mesa, sacrificio por eucaristía que induce banquete y asamblea. Después sólo queda que los católicos adoptemos por inercia el significado perverso y de ahí pasemos a creer lo que las palabras nos siembran: otra religión. (Pedro Rizo respondiendo a una pregunta) .

La Santa Misa Católica

El «verdadero y real Sacrificio» (Trento) de la a Santa Misa Católica. 

 

 

LA HEREJÍA PROTESTANTE ACERCA DE LA SANTA EUCARISTÍA

Para los católicos la Santa Misa es el verdadero y pleno Sacrificio de la Cruz, el mismo en el cual están presentes la Santísima Virgen, San Juan, la Magdalena, y en derredor, todos los fieles de toda la historia de la Iglesia; está presente toda la Iglesia pasada, presente y futura para nuestro tiempo (la comunión de los santos). Es un Misterio por cual participamos todos los fieles católicos del mismo Sacrificio perpetuo que se abre en el tiempo para unirnos en la misma Iglesia, con la Gracia infinita del Sacrificio del Calvario.

Para los protestantes (y para K-Bergoglio) la Misa no es un Sacrificio, sino solamente «un banquete en el cual se adelanta» lo que se obtendrá en el Cielo y afirma que este «banquete» es sólo «un aperitivo, que no es pleno», no es el que mismo que el del Cielo

(Trento, Ses. XXII, II): «Una enim eademque est hostia idem nunc offerens sacerdotum ministerio, qui seipsum tunc in cruce obtulit, sofa offerendi ratione diversa». Puesto que el sacerdote que sacrifica (offerens) y la víctima sacrificial (hostia) en ambos sacrificios son Cristo mismo, equivalen incluso a una identidad numérica. En cuanto a la manera del sacrificio (offerendi ratio), por otro lado, es naturalmente un asunto sólo de una identidad o unidad específica que incluya la posibilidad de diez, cientos o miles de Misas.

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  1. Inés permalink
    abril 10, 2013 12:44 pm

    «Toda la vida religiosa de la humanidad gira en torno de la Cruz. La Cruz y la Misa son, substancialmente, el mismo rito divino, la misma Liturgia santa. Cristo, dice Sto. Tomás, inauguró con su Pasión el rito de la religión cristiana, ofreciéndose a Sí mismo como oblación y hostia a Dios. «Sacrificio único para nuestra salvación», llama San Agustín al de la Eucaristía. La Cruz, es, pues, un hecho divino que funda un derecho a la vida divina. Es la conquista de la vida de Dios por el Hombre-Dios ; es la compra del hombre para Dios.
    Del hecho capital de la pasión de Cristo y de la Cruz, arranca la vida sobrenatural del mundo. La Santa Misa es la participación personal de los frutos de esa conquista ; la distribución de la vida comprada al alto precio de la Sangre de Dios.
    La Santa Misa, dice el Concilio de Trento, es la aplicación de la virtud redentora de la Cruz. En el mismo se fulminó anatema contra los que decían que la Misa era sólo sacrificio de adoración y acción de gracias, o pura conmemoración, pero no sacrificio expiatorio. Cada vez que se consuma este sacrificio, se consuma otra vez la obra de nuestra Redención.
    Jesús mismo reveló este carácter expiatorio del sacrificio eucarístico : «Ésta es mi sangre, que será derramada para la remisión de los pecados». La Santa Misa fue instituida por el mismo Cristo, en ocasión solemne, «el día antes de morir». «Haced esto, dijo en forma categórica : «Hoc facite» , como sacrificio representativo de su muerte en la Cruz.
    «Cada vez que hiciéreis esto, «anunciaréis», es decir, proclamaréis la muerte del Señor». En la Eucaristía «está verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre», dice el Concilio Tridentino.
    Está verdaderamente, no como un signo, símbolo o figura, representativos del Hijo de Dios humanado, como pudieron representarlo en la Ley Antigua la serpiente de bronce o el cordero pascual.
    El pan y el vino no son meros signos representativos de la Carne y de la Sangre de Jesús : La Eucaristía es la misma Carne y la misma Sangre del Hijo santísimo de María, del que vivió y trató con los hombres, de quien por ellos murió.
    Está «realmente» en la Eucaristía, no por una proyección de nuestra fe y de nuestra piedad, sino con absoluta independencia de nuestro pensar y de nuestro querer. La presencia de Cristo en la Eucaristía es objetiva, y producida exclusivamente por las palabras sacerdotales de la consagración.
    «Es una indignidad y un crimen, dice enérgicamente Tertuliano, no admitir la presencia real de Jesús en el Sacramento. Su Persona está real y verdaderamente presente según su doble naturaleza, divina y humana.

    Los protestantes se acercan a la sagrada mesa sin temor, porque no reciben allí más que el signo conmemorativo del Cuerpo de Cristo. Los católicos, por el contrario, no se acercan a ella sino tamblando, porque ellos reciben el mismo Cuerpo de su Salvador. Por eso son reos del Cuerpo y de la Sangre de Cristo los que comulgan en pecado mortal, según la tremenda frase del Apóstol San Pablo.

    «Mirad que nadie os engañe»…., nos dice el Señor.

    (Card. D. Isidro Gomá y Tomas, Arzobispo de Toledo,
    de su obra «La Eucaristía y la vida cristiana» , 1934)

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