S. Agustín: sobre la indisolubilidad del matrimonio y los granos de trigo de la parábola

Por lo que a mí se refiere, no comprendo cómo puede serle permitido al marido que ha abandonado a su mujer por causa de adulterio, desposarse de nuevo con otra, mientras que a la mujer se le prohíbe taxativamente que, por idéntica causa ha abandonado a su marido el contraer un nuevo matrimonio.
Si ello es así, será forzoso convenir en que el vínculo social que estrecha a los cónyuges es tan irrompible y fuerte que, aún contraído e matrimonio sólo con el anhelo de tener descendencia, NO PUEDE DISOLVERSE EN MODO ALGUNO aunque no se logre la procreación. Porque en ese caso, le sería permitido al hombre desechar a su mujer si resulta estéril, y desposarse con otra que ciertamente le ha de dar descendencia, y eso es imposible, Y JAMÁS SE PERMITE.
En nuestros días, según las leyes romanas NO LE ESTÁ PERMITIDO AL MARIDO TOMAR UNA SEGUNDA MUJER MIENTRAS LA PRIMERA LEGÍTIMA MUJER VIVA. El caso es, pues, el mismo, bien sea el hombre el que abandona a la mujer, bien sea que ésta abandone a aquél por causa de adulterio. Ahora bien; si esto no es permisible, ¿quién no ve la íntima solidez e inquebrantable fuerza del vínculo matrimonial?
Porque NI CON EL DIVORCIO LEGALIZADO PUEDE QUEBRANTARSE LA ALIANZA NUPCIAL, puesto que aún separados el uno del otro, AMBOS SIGUEN SIENDO CÓNYUGES, Y COMETEN ADULTERIO CON AQUELLOS CON QUIENES SE UNIEREN AÚN DESPUÉS DEL REPUDIO, ya sea ella con el varón, ya sea él con la mujer, Pero sólo en la Iglesia de Dios, que según el profeta es «La ciudad de Dios», es donde el matrimonio se da en tales condiciones.
Lo que es incuestionable, es que el matrimonio es digno de todo honor, y que el lecho nupcial es inmaculado. Claro que con esto no afirmamos que el matrimonio es un bien, sólo contraponiéndolo a la fornicación, porque entonces tendríamos que sería un bien la fornicación sólo porque es peor el adulterio. Porque SIEMPRE SERÁ MÁS GRAVE Y DESHONESTO EL VIOLAR UN MATRIMONIO, QUE EL YACER CON UNA MERETRIZ.
Y siguiendo el absurdo, resultaría bueno el adulterio porque el incesto es peor, ya que es más monstruoso cohabitar con la propia madre o hermana, que con la esposa del prójimo. Y así, de degradación en degradación, podríamos llegar hasta aquellas acciones, que en expresión del Apóstol, NO PERMITE EL PUDOR NI AÚN DECIRLAS. De donde resultaría que todos los crímenes serían buenos en comparación con otros más nefandos.
Más execrablemente se peca contra la naturaleza con la esposa, que con la meretriz. Si es con una meretriz es execrable, pero mucho más aún lo será con la propia esposa.
Peca muchísimo menos el que con excesiva asiduidad se acerca a la propia mujer, que el que, aunque sea muy rara vez, da en la fornicación.
Mas cuando el esposo quisiera abusar torpemente de su mujer, contra lo prescrito por la naturaleza, ENTONCES LA ESPOSA SERÁ TODAVÍA MÁS TORPE Y VITANDA si consiente que en sí se realice una acción nefanda antes que con otra mujer cualquiera. Porque la dignidad del vínculo conyugal radica en la santa y legítima facultad de procrear, y en el cumplimiento honesto de los deberes mutuos con este fin relacionados.
Hay que decir que el cuerpo de los casados es santo incluso cuando observan religiosamente la fidelidad debida a Dios y a sí mismos. Como nunca fue lícito, ni lo es, ni lo será jamás, servir a a dos o más señores, ASÍ NO LO SERÁ TAMPOCO QUE UNA MUJER SE SEPARE DE SU MARIDO VIVIENDO ÉSTE, PARA DESPOSARSE CON OTRO. El matrimonio es, pues, un bien que hace tanto mejores a los esposos, cuanto más castos, más fieles y más temerosos son del Señor. Y MUCHO MÁS SI A LOS HIJOS QUE ENGENDRAN SEGÚN LA CARNE, LOS CRÍAN Y EDUCAN SEGÚN EL ESPÍRITU.
Los ciento por uno de los granos de la parábola simbolizan el estado de las vírgenes; los sesenta por uno, el de las viudas, y los treinta por uno el de los casados. La continencia es mejor que la castidad conyugal, pero un casado puede ser mejor que un continente.
Si comparamos estas virtudes entre sí, no cabe discusión en que la castidad de la continencia es, sin disputa, más excelente que la castidad conyugal, no obstante que una y otra son un verdadero bien.
La obediencia es un bien mucho más ponderable que la continencia, ya que el matrimonio no está condenado en pasaje alguno de las Divinas Escrituras, mientras que el desacato y la desobediencia están anatematizados.
La obediencia puede existir sin la virginidad, porque la obediencia es una virtud de precepto, y la virginidad lo es de consejo. Claro que me refiero a la obediencia con la que cumplimos los Mandamientos de Dios.
El matrimonio es en todos los pueblos, y en todos los hombres un verdadero bien; un bien que consiste en la generación de los hijos y en la fidelidad a la castidad conyugal.
Consiste además en la santidad del Sacramento, por lo cual, en caso de divorcio, SE LE PROHÍBE A LA MUJER REPUDIADA, MIENTRAS EL MARIDO VIVA, EL DESPOSARSE CON OTRO HOMBRE.
«EL VÍNCULO CONYUGAL NO PUEDE ROMPERSE MÁS QUE POR LA MUERTE DE UNO DE LOS CÓNYUGES».
Es lo mismo que cuando se confiere la sagrada ordenación a un clérigo, y sucediere que por faltas cometidas se viese privado de su ministerio, no obstante conserva impreso el sacramento del Señor como un sello imborrable, aun cuando ello sea para su juicio y condenación.
Dice el Apóstol S. Pablo: «La mujer casada no es dueña de su cuerpo, sino su marido. Y, asimismo, el marido no es dueño de su cuerpo, sino que lo es su mujer».
PARA UN VERDADERO CATÓLICO LOS ARGUMENTOS DE SAN AGUSTÍN SOBRE LA INDISOLUBILIDAD Y SANTIDAD DEL MATRIMONIO SON IRREBATIBLES.
PARA UN CRISTIANO, PARA UN CATÓLICO, EL VÍNCULO DEL MATRIMONIO NO SE ROMPE MÁS QUE POR LA MUERTE DE UNO DE LOS CÓNYUGES. SÓLO DE ESE MODO EL VIUDO O LA VIUDA PUEDEN CONTRAER UN NUEVO Y LEGÍTIMO MATRIMONIO, PERO NO DE OTRA MANERA. TODO EL QUE SE CASE CON OTRA MUJER VIVIENDO LA SUYA COMETE ADULTERIO, Y VICEVERSA ; TODA MUJER QUE SE CASA CON OTRO HOMBRE VIVIENDO SU MARIDO, COMETE ADULTERIO,
EL DIVORCIO NO ES MÁS QUE LA LEGALIZACIÓN DE LA POLIGAMIA. Y NINGUNA LEY HUMANA PODRÁ ANULAR JAMÁS LA DIVINA. Y EL BAUTIZADO TIENE QUE ATENERSE Y OBEDECER. A LA DIVINA, NO A LA HUMANA.