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San Juan Bautista, por Ernest Hello

junio 24, 2014

SAN JUAN BAUTISTA

Fisonomías de Santos

(Ernest Hello)

  La Sagrada Escritura es generalmente muy sobria en palabras, y más sobria todavía en juicios.  El Evangelio contiene muy pocas apreciaciones sobre las personas, aún las más importantes. María y José son vistos como al través de un velo; y respecto a San Pedro, es singular la severidad del Evangelio. Recuerdo sobre este particular una importante observación de un gran hebraísta, quien me decía que San Pedro había cuidado personalmente de que todas sus faltas fuesen minuciosamente consignadas y detalladas en los Evangelios, y que San Marcos era, sobre todos, riguroso historiador de las debilidades de San Pedro. Pues bien, San Marcos fue discípulo particular, amigo íntimo y confidente de San Pedro ; de modo que el Evangelio de San Marcos fue escrito bajo la mirada de San Pedro; y el profundo estudio que el antedicho hebraísta había hecho de los Evangelios le permitía asegurarme que las personas más allegadas a San Pedro fueron las más severas para con el Santo, por expresa voluntad del príncipe de los Apóstoles; y que por esto San Marcos, que escribía casi bajo el dictado de aquel Santo, no omite nada de lo que puede darnos a conocer sus debilidades. Así pues,  la malevolencia  que quisiera argüir contra San Pedro armándose con las severidades del Evangelio, queda aniquilada con la observación del sabio hebraísta, pues tales severidades redundan en gloria del Santo, y  su detallada relación se convierte en la joya más preciosa de la corona del gran apóstol.

  El ser la sobriedad y la severidad caracteres generales en las narraciones Evangélicas, comunica por contraste a San Juan Bautista un carácter singular y absolutamente excepcional; porque al tratar de él todo son alabanzas. Sus panegiristas son el Ángel y el Hombre-Dios, Gabriel y Jesús. El Ángel dice: «Él vendrá en el Espíritu y la virtud de Elías«, y Elías es precisamente uno de aquellos que hacen prorrumpir al Espíritu Santo en alabanzas. Elías y San Juan Bautista, los dos precursores de los dos grandes acontecimientos, han sido celebrados por la boca de Dios.  El Espíritu Santo dice a Elías: «¡Bienaventurados aquellos que te han visto!  ¡Bienaventurados aquellos que han logrado la gloria de tu amistad!».  Y Jesucristo, hablando de Juan Bautista, dice: «¿A quién habéis ido a ver? A un profeta. En verdad os digo, a más que un profeta».  Entre los hijos de los hombres ninguno se elevó a mayor altura que Juan Bautista.  Elías y Juan Bautista parecen haber tenido, pues, un privilegio singular: hasta cierto punto, han hecho salir a la Escritura de su reserva extremada. Su gloria parece haber forzado a la palabra divina, tan sobria y tan severa.

 Ya que la fiesta de San Pedro se celebra tan próxima a la de San Juan, consideremos aquí algunas de las misteriosas armonías que estas dos fiestas nos ofrecen. Un santo nos guiará al través de los esplendores de otros dos santos. San Francisco de Sales nos ayudará a hablar de San Pedro y de San Juan. La Iglesia celebra la natividad de San Juan el 24 de Junio, y la natividad de San Pedro el 29 del mismo mes. La natividad del primero es una natividad positiva en el lenguaje humano; pero la natividad de San Pedro en el lenguaje humano es la muerte de San Pedro. Esta muerte la Iglesia la celebra como natividad porque San Pedro, al morir santo, nació a la vida eterna ; y la natividad de San Juan la celebra en la natividad natural, porque Juan, habiendo sido santificado en el vientre de su madre, nació siendo ya santo.

 Oigamos ahora a San Francisco de Sales: «Cuando leo en el Génesis, dice, que Dios puso en el cielo dos grandes luminares, uno para el día y otro para la noche, enseguida pienso que estos luminares son dos grandes santos: San Juan y San Pedro. ¿No os parece que San Juan es el gran luminar de la ley de Moisés, que no fue sino sombra y como noche con relación a la claridad de la ley de gracia, puesto que Juan fue más que profeta, pero no llegó a ser luz?    ¿Y no os parece que San Pedro es el gran luminar del Evangelio, puesto que él es quien preside el día de la ley evangélica?”   San Francisco de Sales, que sabe comunicar gracia especial a las verdades más austeras, sigue con ingenua mirada, profundas analogías ocultas, que ojos menos candorosos que los suyos no podrían descubrir.

 En torno al propiciatorio había dos querubines que se contemplaban. Podría hacerse un hermoso libro con las ideas esplendorosas que estos dos querubines han inspirado a los Padres de la Iglesia, a quienes el simbolismo de la Ley Antigua ha revelado hermosos secretos que en otro tiempo fueron celebrados y gustados por el alma humana, y que hoy han sido menospreciados y olvidados. El propiciatorio representaba a Jesucristo, que es la propiciación misma. Los dos querubines se contemplaban, colocados uno a la derecha y otro a la izquierda. Pues bien, San Juan y San Pedro se contemplan: sus miradas se encuentran porque, desde puntos opuestos, se dirigen a un mismo objeto que es Jesucristo. San Juan dice: «He aquí al Cordero de Dios». San Pedro dice: «Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo».  Estas dos confesiones ¿no parten de dos grandes luminares?, ¿No forman la armonía revelada por San Francisco de Sales?  Cuando San Juan dice:»He aquí al Cordero de Dios», habla todavía figuradamente, formula un símbolo, ensalza al Cordero; pero cuando San Pedro exclama:»Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo«, rasga el velo, habla abiertamente.  Al principio del mundo el Espíritu de Dios era llevado sobre las aguas y las fecundaba. Pero cuando la Redención, Jesucristo fecundó las aguas a orillas del mar de Galilea cuando dijo a Andrés y a Pedro:  «Seguidme»; y también a orillas del agua la mirada ardiente de San Juan vio por vez primera al Cordero de Dios. Moisés fue salvado de las aguas por la hija del Faraón y llegó a ser jefe del pueblo de Dios. San Pedro fue sacado de las aguas del mar, junto a Cesárea, y también llegó a ser jefe del pueblo de dios. De pescador de peces fue convertido en pescador de hombres.

 El nacimiento humano de san Juan y el nacimiento celestial de San Pedro tienen además la notable semejanza de haber sido predichos uno y otro. El Ángel predijo el nacimiento humano de San Juan: «Muchos se regocijarán en su natividad». El nacimiento celeste de san Pedro fue predicho por el mismo Jesucristo, quién hasta indicó cuál sería el instrumento que le conduciría a la gloria. Zacarías, que recibió la promesa relativa a San Juan, era el ministro que ofrece el incienso ; el que recibió la promesa relativa a san Pedro, fue San Pedro mismo, que decía : «Señor, ya sabéis que os amo»;  esta era su manera de ofrecer el incienso.  San Juan fue santificado en el vientre de su madre y en presencia de la Santísima Virgen. San Pedro fue santificado en el seno de la Iglesia militante, en el Cenáculo, en presencia de la Santísima Virgen.  San Juan saltó de gozo en el vientre de su madre a la llegada de la Virgen: el niño saltó de gozo. Niño, en latín, se dice «infans«, el que no habla. Y ¿no puede decirse también de San Pedro en el Cenáculo que «el niño», el que no había hablado, saltó, puesto que Pedro no se había atrevido a confesar a Jesucristo ante una sirvienta, y después del Cenáculo su boca se abrió súbitamente?   Con San Juan Bautista, dice otro gran Santo, concluyó la predicación de la Antigua Ley. Con San Pedro empezó la predicación evangélica.  Cuando el Ángel prometió solemnemente a Zacarías, padre de Juan, que éste «iría en el espíritu y en la virtud de Elías«, Zacarías, por haber dudado de ello enmudeció; y en esto hay una gran enseñanza.  «He creído, y por esto he hablado», dice el Salmista. La fe es madre de la palabra, la duda produce el silencio; no aquel silencio profundo que va más allá de la palabra, sino el silencio apagado y triste, el silencio de la tumba, de la desesperación.  La duda mata la palabra, porque la palabra es la luz, es la explosión de la fe; todo verbo es afirmación, y la palabra va muriendo a medida que va muriendo la fe. El hombre que no creyera en nada absolutamente se encontraría, respecto al lenguaje humano, como soberano que ha perdido su reino.  La Virgen, en presencia del Ángel dice también: ¿Cómo?, ¿Cómo puede ser esto? . Pero ese «como» no es una duda; este «como» procede de la fe, y es pronunciado en espíritu de adhesión. Precede y prepara el «fiat» que ha de venir.

 Zacarías se había sentido intimidado porque se prometía a su hijo el espíritu de Elías. ¿Y por qué? ¡Ah! ¡el por qué!  Porque nadie es profeta en su tierra. Es muy difícil que un hombre crea que otro hombre que es vecino contemporáneo suyo, sea tan grande como los hombres del pasado; y si este contemporáneo es hijo suyo, la dificultad aumenta. Cuanto más cercano nos es el hombre extraordinario, tanto más nos cuesta creerle tal.  ¡Cómo! , decimos, éste que encuentro a cada momento por la calle, joven, desconocido, sin autoridad y sin historia, que no figura en los anales del género humano, ¿éste que es un igual de aquellos que llenan la memoria de todos los hombres?  Hay cierta repugnancia a creerlo así.  ¿Y por qué?  Dios, que otorgaba sus dones a los pasados, ¿no puede otorgarlos a los presentes? Sin duda que sí. Pero esta timidez en creer tiene su raíz en el orgullo humano. No queremos creer en la grandeza de un contemporáneo porque no queremos reconocer y sentir que, en el pasado como en el presente, todos los dones vienen de Dios.  Más adelante fueron a preguntar a Juan mismo si era Elías; y fueron a pedirle el bautismo, como se había pedido a Elías la lluvia.  Juan Bautista fue el hombre del desierto, y así preparó la gran asociación futura.  ¿Qué es el desierto sino el vacío?  Pues bien, los que rebosan de plenitud son los que hacen el vacío en sí mismos y se convierten en desiertos. Hasta en el mundo sensible el vacío es lo que atrae a las masas. El desierto conduce a Jerusalén.  San Juan Bautista se fue al desierto exterior lo mismo que al interior: se ausentó de sí mismo y del mundo para oír la palabra y convertirse en voz. Para indicarnos el lugar donde resuena la palabra de verdad, se llamó a sí mismo la voz que clama en el desierto. Juan el hombre del desierto, preparó el camino a Aquel que debía atraer a sí todas las cosas.

La cruz, que se alza fuera de la ciudad, entre el cielo y la tierra, es el desierto por excelencia. Por esto el Crucifijo ha sido el pasto universal, el pasto divino de las águilas, raza regia y devoradora; en el Crucifijo se han dado cita todas ellas.  ¿Eres el Cristo?, ¿eres Elías?  San Juan responde siempre: No, no lo soy; y cuando se le obliga a decir su nombre de un modo u otro, declara que él es una voz. No dice que es la voz que clama, sino la voz de Aquel que clama: la voz de otro, la voz de Aquel que es la palabra. Las relaciones entre Juan y Jesús son muy singulares. Las fechas de su concepción y su natividad respectivas dividen el año de tres en tres meses, en los equinoccios y en los solsticios. Juan pasa su infancia en el desierto; Jesús, en casa de José, que es también un desierto. En el orden físico, el son de la voz es oído antes que la palabra haya penetrado del todo en el alma. San Juan habla antes que Jesucristo. El Precursor declara que él debe menguar y Jesús crecer, y luego desaparece. Así cuando la verdad ha iluminado el espíritu, el sonido de la voz se disipa en el aire.+

5 comentarios leave one →
  1. JDLC permalink
    agosto 10, 2011 12:38 pm

    recordemos también que san juan bautista fue el ultimo profeta con que se concluyo el antiguo pacto o alianza pero en varias ocasiones se encontró con Cristo, en el momento de su santificación cuando aun estaba en el vientre de su madre y en el momento del bautismo en el rió jordán, por eso Jesús mismo dijo que juan fue el mas pequeño en el reino de los cielos.

  2. junio 24, 2014 10:16 pm

    “Cuando leo en el Génesis, dice, que Dios puso en el cielo dos grandes luminares, uno para el día y otro para la noche, enseguida pienso que estos luminares son dos grandes santos: San Juan y San Pedro». Que cita mas excelsa, más sublime la de San Francisco de Sales…..

    San Juan Bautista y San Pedro: Ora pro nobis…!

  3. junio 24, 2014 10:21 pm

    Reblogueó esto en verdadeseternasy comentado:
    Una bella enseñanza sobre «la voz que clama en el desierto».

  4. Arturo permalink
    julio 1, 2014 12:18 am

    Bellisimo artículo de San Juan Bautista, excelente y muy constructivo

  5. Apologeta permalink
    septiembre 18, 2014 2:12 pm

    ERA JUAN BAUTISTA LA RE- ENCARNACIÓN DE ELIAS ?

    Del Profeta Elías, También Nazareno, dicen las Escrituras que Era:
    “Hombre Peludo, que Llevaba Ceñido a sus Lomos un Cinto de Cuero” (70). ……………. IV Reyes, I, 8 (Vulgata).-Igualmente Lo Describe Josefo.
    Los Autores Antiguos aplicaron las Denominaciones Nazar y Nazareth Indistintamente a los Adeptos Indios y Paganos (71).

    De Seguro nos Concitaríamos las iras Clericales con Sólo Apuntar la Idea, Muy Verosímil Por otra Parte, de que Los Nazarenos de Judea y sobre Todo los “Profetas del Señor”, Estaban Iniciados en los Misterios Paganos y Pertenecían en su Mayor Parte a una Misma Confraternidad Internacional de Adeptos.

    NOTAS
    (70) Por otra Parte, Juan el Bautista y Jesús Llevaban También el Pelo Largo.
    Juan Vestía Pieles de Camello con Cinturón de Cuero, y Jesús una Larga Túnica Inconsútil, Blanca Como la Nieve (Según el Evangelista Marcos), o sea el Mismo Traje de los Nazarenos, Pitagóricos y Esenios, Tal Como Los Describe Josefo.

    Respecto al Incontrovertible Hecho de que Jesús Llevaba el Pelo Largo, Se Echa de Ver una Desmañada Interpolación en el Capítulo XI, Epístola Primera de San Pablo a los Corintios, Cuyo Versículo 14 Dice:
    “La Misma Naturaleza os Enseña que le
    Sería Ignominioso al Varón el Criar Cabello”.
    Seguramente, no Pudo Decir San Pablo Tal cosa so Pena de Confesarse Ignorante de las Circunstancias Personales de su Maestro.

    Ésta es otra Prueba de que Conviene Precaverse Contra la Adulteración de los Textos.
    (71). Así dice Alejandro Polyhistor que Pitágoras Fue Discípulo del Asirio Nazaret, en Quien algunos Ven al Profeta Ezequiel.
    Además, Diógenes Laercio Afirma Categóricamente que Pitágoras, Después de Recibir la Iniciación en los Misterios Griegos, Fue a Egipto y Caldea.
    Por su Parte, Apuleyo Sostiene que Pitágoras Fue Discípulo de Zoroastro.
    ISIS SIN VELO TOMO 3, CAP-III, PAG. 68.

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