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Papa Liberio, enemigo del arrianismo y defensor de la Fe

  Ciertos escritores, especialmente los lefebvristas, pretenden que el papa San Liberio (352 – 366) habría tomado el partido de los herejes arrianos y excomulgado al obispo católico San Atanasio.

   Los lefebvrianos lo argumentan como pretexto para faltar a la obediencia y enfrentarse a los que consideran Papas legítimos pero herejes, especialmente a Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI; y así no reconocer que se trata de impostores, brindando un beneficio a la Sinagoga aposentada en la Sede de Pedro.

  Quienes argumentan que Liberio fue hereje, se «sustentan» en supuestos testimonios que como se verá carecen de toda autenticidad y contradicen la historia, los testimonios de varios contemporáneos, amigos y enemigos; igualmente los hechos y el sentido de la vida del santo Papa; así como el dogma de la Infalibilidad.

   Esta acusación es totalmente injusta, pues San Liberio se distingue al contrario por su lucha contra el arrianismo, lo que le valió ser exiliado de Roma por el emperador arriano. Lejos de excomulgar a Atanasio, le defendió por el contrario de sus adversarios.

  El ataque contra Liberio tiene tan poco sustento que un antiinfalibilista de primer rango como Mons. Bossuet no pudo valerse de él. “En 1684, Bossuet recibió el encargo de Luis XIV de componer la defensa de la declaración de la Iglesia de Francia (defensa de la herejía galicana). Emprendió enseguida esta obra, que debía costarle tanto trabajo y darle tan poca satisfacción. En la investigación de todo lo que podía invalidar la infalibilidad de los papas, tropieza rápido con la caída de Liberio. ¿Cuál fue el resultado del largo examen que hizo de este hecho? Su secretario, el padre Ledieu nos lo cuenta: después de haber hecho y rehecho  veinte veces el capítulo sobre Liberio, terminó por suprimirlo totalmente, porque no probaba lo que él quería (padre Benjamin Marcellin Constant: La historia de la infalibilidad de los papas o investigaciones críticas e históricas sobre los actos y las decisiones pontificales que diversos escritores han creído contrarias a la fe, segunda edición, Lyon y París 1869, t. 1, p. 357, apoyándose en Historia de Bossuet, Piezas justificativas, 5, 1, t. II).

CONCILIO DE Nicea (325) el cual condenó las herejías arrianas.

 “Liberio asciende al trono pontificio el 22 de mayo de 352. Algunos meses después arribaban a Roma dos diputaciones: una, enviada por los obispos de Oriente, para entregar al papa una requisitoria contra el obispo de Alejandría (…); la otra venía a hacer, en nombre de todos los obispos de Egipto, la apología del mismo personaje. ¿Qué hace Liberio? Convoca un concilio en Roma, hace leer las cartas de los Obispos de Oriente y las de los obispos de Egipto, escucha los dichos de las dos partes, y, suficientemente edificado sobre la causa, clausura los debates y declara la acusación hecha contra Atanasio desprovista de todo fundamento.

  En el concilio de Arles en 353, el legado Vincent de Capoue cree que el bien dela Iglesiaexige que se haga a la paz general el sacrificio de un hombre. La fe de Nicea es respetada, pero Atanasio es condenado. Liberio, ante esta noticia es penetrado de dolor; llama a su legado prevaricador, jura morir antes que abandonar al inocente. (…)

  Un año después, (el emperador arriano) Constancio reprocha de nuevo a Liberio su adhesión al obispo de Alejandría (pero el papa resiste).

   En 355, el oficial Eusebio al principio, el mismo emperador enseguida, presionan a Liberio para que condene a quién ellos ven como su enemigo personal. “¿Cómo, se los ruego”, responde Liberio, “actuar así para con Atanasio? ¿Cómo podemos Nos condenar al que dos concilios reunidos de toda la tierra han declarado puro e inocente, aquél que un concilio de Roma ha despedido en paz? ¿Quién nos persuadirá de separar de Nos, en su ausencia, a aquél que, en su presencia, Nos hemos admitido a la comunión y recibido con ternura? (…)” Ningún lugar para la excomunión; todo es pleno, al contrario, de pruebas de la más sincera adhesión” (Constant, t. 1, p. 329 – 331).

   El emperador intenta hacer ceder a San Liberio por regalos y amenazas, pero en vano. El emperador ordena entonces relegarlo a Berea de Tracia e hizo nombrar un papa en Roma llamado “Félix II”.

  Tras una petición de las damas romanas, el emperador llama a San Liberio. ¿San Liberio habría hecho concesiones doctrinales al arrianismo, con el fin de poder retornar de su exilio?

   El antipapa “Félix II”, a pesar de adherir a la fe de Nicea, mantenía relaciones con los arrianos. Por esta razón era detestado por los fieles de Roma y su iglesia estaba vacía, Cuando San Liberio regresó, la recepción hecha por el pueblo fue triunfal. Si San Liberio hubiera hecho cualquier concesión a los arrianos, los parroquianos le hubieran manifestado la misma hostilidad que a “Félix II”.

    El obispo Osius guarda la fe hasta la edad de 90 años, después suscribe una fórmula arriana bajo coacción. Su caída hizo gran ruido. Si San Liberio hubiera tenido una caída parecida, el escándalo hubiera sido todavía más grande y su memoria hubiera sido censurada para siempre. Ahora bien, este pontífice goza de un renombre excepcional, incompatible con una pretendida caída. “¿Hay que asombrarse de que Siricio lo vea como uno de sus más ilustres predecesores; que San Basilio lo llame “bienaventurado, muy bienaventurado”, San Epifanio “pontífice de feliz memoria”, Casiodoro “el gran Liberio, el muy santo obispo que sobrepasa a todos los otros en mérito y se lo encuentra en todo uno de los más célebres”; Teodoreto “el ilustre y victorioso atleta de la verdad”; Zócimo “hombre poco común bajo cualquier aspecto que se lo considere”; Lucius Dexter “San Liberio”; San Ambrosio “santo, muy santo obispo”?”.[1]

   Se objetará que San Atanasio habla de la caída de Liberio, y en su Apología contra los arrianos, y en su Historia de los arrianos dirigida a los solitarios; pero todo el mundo conviene en que la Apología ha sido escrita como muy tarde en 350, es decir dos años antes que Liberio fuera papa. La parte en la que se habla de su caída, es pues evidentemente una adición posterior, hecha por una mano extraña y poco hábil, pues bien lejos de dar fuerza a la Apología, la vuelve inepta y ridícula. La historia de los arrianos ha sido escrita igualmente antes de la época en que se supone la caída de Liberio, o al menos antes de la época en que San Atanasio haya podido conocerla (la caída de Liberio), no más que la de Osius; pues allí se habla muchas veces de Leoncio de Antioquía como todavía vivo. Y hemos visto que se informa de su muerte en Roma, en la época en que las damas romanas suplicaron a Constancio autorizar el retorno del papa, que entonces ciertamente no había todavía prevaricado. El pasaje en que se habla de su caída es pues también una adición hecha después, y que no pega más con lo que precede que con lo que sigue, ¿Pero por quién pueden haber sido hechas estas interpolaciones? Hemos visto que durante su vida, los arrianos pergeñaron una carta de San Atanasio a Constancio,. Lo que ellos pudieron durante su vida, lo han podido todavía más fácilmente después de su muerte” (padre René François Rohrbacher: Historia universal de la Iglesia católica, 1842 – 1849, t. II, p. 167).

   Se objetará todavía que San Hilario en muchos lugares de sus escritos, habría anatematizado a San Liberio como hereje. Pero allí todavía se trata de interpolaciones de copistas arrianos. El historiador Ruffin escribía en efecto cincuenta años después de la muerte de San Liberio: “Los libros tan instructivos compuestos por San Hilario para contribuir a la conversión de los signatarios de Rimini (conciliábulo arriano), han sido seguidamente tan falsificados por los herejes, que Hilario mismo no los reconocería” (in: Constant, t. 1, p. 328).

   Los arrianos falsearon escritos de San Atanasio, de San Jerónimo, de San Hilario y de San Liberio mismo (análisis detallado en Constant, t. 1, p. 294 – 349).

   Que San Liberio haya caído en la herejía arriana y que haya excomulgado a Atanasio es una invención forjada por los falsarios arrianos.”La historia de los arrianos presenta una colección de falsificaciones de todos los grados: Insertan subrepticiamente una letra en una palabra para alterar el sentido. (…) Tachan firmas (…) Agregan secretamente artículos a decisiones tomadas en público (…) Inventan cartas. Hemos visto las atribuidas a Liberio. Atanasio también se vio alcanzado por este género de prueba: “Cuando supe que los arrianos aseguraban que yo había escrito una carta al tirano Magnencio y que aun decían tener una copia, me puse fuera de mí; pasaba las noches sin dormir, atacaba a mis denunciadores presentes; daba fuertes gritos y rogaba a Dios con lágrimas y sollozos que vosotros quisierais escuchar favorablemente mi justificación” (San Atanasio: Apol. Ad Const.). Otras veces forjan peticiones y simulan firmas. (…) En fin, dan el nombre de concilio católico a sus reuniones, y bajo esta apariencia publican sus propias actas como si hubieran sido canónicamente redactadas y aprobadas, y este ardid tiene éxito al punto que San Agustín mismo confunde largo tiempo el concilio arriano de Filipolis con el concilio respetable de Sárdica. Nos parece, después de esto, que no se encontrará sorprendente que algunos de sus escritores hayan acusado a Liberio de haber repartido sus sentimientos, que algunos católicos hayan dado fe a sus calumnias tan astutamente fabricadas y tan audazmente sostenidas” (Constant, t. 1, p. 359 – 361).

  San Liberio condena los conciliábulos herejes de Tiro, de Arlés, de Milán y de Rimini. Nueva prueba de su ortodoxia.

  Otra prueba:

No fue invitado al conciliábulo de Rimini organizado por los arrianos. En 359, el emperador arriano Constancio convoca al conciliábulo de Rimini, pero se guarda bien de invitar a San Liberio, Atanasio y a los cincuenta obispos exiliados de Egipto.

   San Jerónimo comenta los efectos del conciliábulo de Rimini por una frase célebre: “El universo gime y se sorprende de ser arriano”. SOLO San Liberio tuvo el mérito de enderezar la situación: anula el conciliábulo de Rimini y anima a los obispos signatarios a rechazar la interpretación herética. “Los términos “hypostase” y “consubstancial” son como un fuerte inexpugnable, que desafiará siempre los esfuerzos de los arrianos. Es en vano que en Rimini hayan tenido la habilidad de reunir a los obispos para obligarlos por ardides o amenazas a condenar las palabras insertadas prudentemente en el símbolo; este artificio no ha servido de nada (…). Nos, recibimos a nuestra comunión a los obispos engañados en Rimini, con tal que renuncien públicamente a sus errores y condenen a Arrio” (in: Constant, t. 1, p. 401 – 403).

   La situación se vuelve más dramática el año siguiente. En el conciliábulo de Constantinopla (359 ó 360), los acacianos y los arrianos retoman la fórmula de Rimini y la herejía del concilio arriano de Nice en Tracia (359), que rechazaba la palabra “substancia” (siempre con el fin de socavar la fe definida en el concilio católico de Nicea de 325). “El concilio hizo firmar esta fórmula a todos los obispos, y la envía a todas las provincias del imperio, con una orden del emperador de exiliar a todos los que rehusaran firmarla. El gran número de obispos firma” (Paul Guérin: Los concilios generales y particulares, Bar-le-Duc 1872, t.1, p. 141). Entre los rarísimos defensores de la fe que rehusaron firmar, se cuenta el papa San Liberio.

   Es entristecedor leer, bajo ciertas plumas, que San Liberio habría sido arriano. Él tuvo el inmenso mérito de salvar, él solo, el universo católico entero. Que se había ensombrecido durante el arrianismo, cuando centenas de obispos reunidos en el conciliábulo de Rimini firmaron los textos susceptibles de una interpretación arriana. Él anima a los obispos de Rimini a retractarse. Cuando estos obispos lo hicieron, San Liberio informa a los obispos de Macedonia. Su carta merece ser citada, pues, leyéndola, no se ve cómo este papa canonizado podría ser tachado de arriano. Bien por el contrario, es de una santidad intransigente, lo que es todo a su honor y al honor del papado.

  “Nos os señalamos a fin de que vosotros no lo ignoréis, que todos los blasfemos de Rimini han sido anatematizados por aquéllos que han sido engañados por el fraude”, a saber, los obispos embaucados por algunos arrianos durante la tenida del conciliábulo, pero que se habían reintegrado gracias al papa. “Pero vosotros debéis indicar esto a todos, a fin de que aquéllos que, por la fuerza o por el fraude, han sufrido un daño en su fe, puedan ahora salir de la trampa herética para acceder a la luz divina de la libertad católica. Si alguno rehúsa expulsar el virus de la doctrina perversa, rechazar todas las blasfemias de Arrio y de condenarlas por el anatema: que sepa que – todo como Arrio, sus discípulos y otras serpientes, a saber los sabelianos, los patropasianos, o no importa cuáles otros herejes – es extranjero y fuera de la comunión de la Iglesia, que no admite los hijos adúlteros” (San Liberio: carta Optatissimum nobis. 366).

  A manera de conclusión, una cita del antiguo historiador Teodoreto (Historia eclesiástica, libro II, c. 37): San Liberio fue verdaderamente “el ilustre y victorioso atleta dela VERDAD”.


[1] Constant, t. I, p. 381-382 indicando como referencia: San Siricio: Epist. Ad Himer.; San Basilio, Epist. 263, al.74; San Epifanio: Haer. 75, 2; Casiodoro: Hist. Tripart., libro V, c. 8; Teodoreto: Hist. Eccles. Libro II, c. 37; Lucius Dexter: Chron. 353.,

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  1. Ignacio Fernández de Navarrete Bedoya permalink
    May 2, 2017 2:41 pm

    El Papa Liberio no ha sido canonizado por la Iglesia Católica; y la excomunión a san Atanasio puede leerse en el DzH., n. 138.

    • May 3, 2017 2:05 pm

      ¿Padre… Fernández de Navarrete?

      Abundan textos que demuestran la falsedad de tus afirmaciones:

      “En 1684, Bossuet recibió el encargo de Luis XIV de componer la defensa de la declaración de la Iglesia de Francia (defensa de la herejía galicana). Emprendió enseguida esta obra, que debía costarle tanto trabajo y darle tan poca satisfacción. En la investigación de todo lo que podía invalidar la infalibilidad de los papas, tropieza rápido con la caída de Liberio. ¿Cuál fue el resultado del largo examen que hizo de este hecho? Su secretario, el padre Ledieu nos lo cuenta: después de haber hecho y rehecho veinte veces el capítulo sobre Liberio, terminó por suprimirlo totalmente, al no poder probar lo que él quería (padre Benjamin Marcellin Constant: La historia de la infalibilidad de los papas o investigaciones críticas e históricas sobre los actos y las decisiones pontificales que diversos escritores han creído contrarias a la fe, segunda edición, Lyon y París 1869, t. 1, p. 357, apoyándose en Historia de Bossuet, Piezas justificativas, 5, 1, t. II).
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      “Liberio asciende al trono pontificio el 22 de mayo de 352. Algunos meses después arribaban a Roma dos diputaciones: una, enviada por los obispos de Oriente, para entregar al papa una requisitoria contra el obispo de Alejandría (…); la otra venía a hacer, en nombre de todos los obispos de Egipto, la apología del mismo personaje. ¿Qué hace Liberio? Convoca un concilio en Roma, hace leer las cartas de los Obispos de Oriente y las de los obispos de Egipto, escucha los dichos de las dos partes, y, suficientemente informado sobre la causa, clausura los debates y declara la acusación hecha contra Atanasio desprovista de todo fundamento.

      En el concilio de Arles en 353, el legado Vincent de Capoue cree que el bien de la Iglesia exige que se sacrifique a la paz general a un sólo hombre. La fe de Nicea es respetada, pero Atanasio es condenado. Liberio, ante esta noticia fue embargado por el dolor; llama a su legado prevaricador, jura morir antes que abandonar al inocente. (…)

      Un año después, (el emperador arriano) Constancio reprocha de nuevo a Liberio su adhesión al obispo de Alejandría (pero el papa resiste).

      En 355, el oficial Eusebio al principio, el mismo emperador enseguida, presionan a Liberio para que condene a quién ellos ven como su enemigo personal. “¿Cómo, les ruego”, responde Liberio, “ podré actuar así para con Atanasio? ¿Cómo podemos Nos condenar al que dos concilios reunidos de toda la tierra han declarado puro e inocente, aquél que un concilio de Roma ha despedido en paz? ¿Quién nos persuadirá de separar de Nos, en su ausencia, a aquél que, en su presencia, Nos hemos admitido a la comunión y recibido con ternura? (…)” Ningún lugar para la excomunión; todo está lleno, al contrario, de pruebas de la más sincera adhesión” (Constant, t. 1, p. 329 –
      331).

      El emperador intenta hacer ceder a San Liberio con regalos y amenazas, pero en vano. El emperador ordena entonces relegarlo a Berea de Tracia e hizo nombrar un papa en Roma llamado “Félix II”.

      Tras una petición de las damas romanas, el emperador llama a San Liberio. ¿San Liberio habría hecho concesiones doctrinales al arrianismo, con el fin de poder retornar de su exilio?

      El antipapa “Félix II”, a pesar de adherirse a la fe de Nicea, mantenía relaciones con los arrianos. Por esta razón era detestado por los fieles de Roma y su iglesia estaba vacía. Cuando San Liberio regresó, la recepción hecha por el pueblo fue triunfal. Si San Liberio hubiera hecho cualquier concesión a los arrianos, los fieles le hubieran manifestado la misma hostilidad que a “Félix II”.

      El obispo Osius guarda la fe hasta la edad de 90 años, y después suscribe una fórmula arriana bajo coacción. Su caída hizo gran ruido. Si San Liberio hubiera tenido una caída parecida, el escándalo hubiera sido todavía más grande y su memoria hubiera sido censurada para siempre. Ahora bien, este pontífice goza de un renombre excepcional, incompatible con una pretendida caída. “¿Hay que asombrarse de que Siricio lo vea como uno de sus más ilustres predecesores; que San Basilio lo llame “bienaventurado, muy bienaventurado”, San Epifanio “pontífice de feliz memoria”, Casiodoro “el gran Liberio, el muy santo obispo que sobrepasa a todos los otros en mérito y se lo encuentra en todo uno de los más célebres”; Teodoreto “el ilustre y
      victorioso atleta de la verdad”; Zósimo “hombre poco común bajo cualquier aspecto que se lo considere”; Lucius Dexter “San Liberio”; San Ambrosio “santo, muy santo obispo”?”.

      Se objetará que San Atanasio habla de la caída de Liberio, y en su Apología contra los arrianos, y en su Historia de los arrianos dirigida a los solitarios; pero todo el mundo conviene en que la Apología ha sido escrita como muy tarde en 350, es decir dos años antes que Liberio fuera papa. La parte en la que se habla de su caída, es pues evidentemente una adición posterior, hecha por una mano extraña y poco hábil, pues lejos de dar fuerza a la Apología, la vuelve inepta y ridícula. La historia de los arrianos ha sido escrita igualmente antes de la época en que se supone la caída de Liberio, o al menos antes de la época en que San Atanasio haya podido conocerla (la caída de Liberio), no más que la de Osius; pues allí se habla muchas veces de Leoncio de Antioquía como todavía vivo. Y hemos visto que se informa de su muerte en Roma, en la época en que las damas romanas suplicaron a Constancio autorizar el retorno del papa, que entonces ciertamente no había todavía prevaricado. El pasaje en que se habla de su caída es pues también una adición hecha después, y que no pega más con lo que precede que con lo que sigue, ¿Pero por quién pueden haber sido hechas estas interpolaciones? Hemos visto que durante su vida, los arrianos pergeñaron una carta de San Atanasio a Constancio,. Lo que ellos pudieron hacer durante su vida, lo han podido hacer más fácilmente después de su muerte” (padre René François Rohrbacher: Historia universal de la Iglesia católica, 1842 – 1849, t. II, p. 167).

      Se objetará todavía que San Hilario en muchos lugares de sus escritos, habría anatematizado a San Liberio como hereje. Pero allí también se trata de interpolaciones de copistas arrianos. El historiador Ruffin escribía en efecto cincuenta años después de la muerte de San Liberio: “Los libros tan instructivos compuestos por San Hilario para contribuir a la conversión de los signatarios de Rimini (conciliábulo arriano), han sido falsificados por los herejes, de manera que Hilario mismo no los reconocería” (in: Constant, t. 1, p. 328).

      Los arrianos falsearon escritos de San Atanasio, de San Jerónimo, de San Hilario y del mismo San Liberio (análisis detallado en Constant, t. 1, p. 294 – 349).

      Que San Liberio haya caído en la herejía arriana y que haya excomulgado a Atanasio es una invención forjada por los falsarios arrianos.”La historia de los arrianos presenta una colección de falsificaciones de todos los grados: Insertan subrepticiamente una letra en una palabra para alterar el sentido. (…) Tachan firmas (…) Agregan secretamente artículos a decisiones tomadas en público (…) Inventan cartas. Hemos visto las atribuidas a Liberio. Atanasio también se vio alcanzado por este género de prueba: “Cuando supe que los arrianos aseguraban que yo había escrito una carta al tirano Magnencio y que decían incluso tener una copia, me puse fuera de mí; pasaba las noches sin dormir, atacaba a mis denunciadores presentes; daba fuertes gritos y rogaba a Dios con lágrimas y sollozos que vosotros pudierais escuchar favorablemente mi justificación” (San Atanasio: Apol. Ad Const.). Otras veces forjan peticiones y simulan firmas. (…) En fin, dan el nombre de concilio católico a sus reuniones, y bajo esta apariencia publican sus propias actas ( Constant, t. I, p. 381-382 indicando como referencia: San Siricio: Epist. Ad Himer.; San Basilio, Epist. 263, al.74; San Epifanio: Haer. 75, 2; Casiodoro: Hist. Tripart., libro V, c. 8; Teodoreto: Hist. Eccles.Libro II, c. 37; Lucius Dexter: Chron. 353.) como si hubieran sido canónicamente redactadas y aprobadas, y este ardid tiene éxito al punto que San Agustín mismo confunde largo tiempo el concilio arriano de Filipolis con el concilio respetable de Sárdica. Nos parece, después de esto, que no se encontrará sorprendente que algunos de sus escritores hayan acusado a Liberio de haber repartido sus sentimientos, que algunos católicos hayan dado fe a sus calumnias tan astutamente fabricadas y tan audazmente sostenidas” (Constant, t. 1, p. 359 – 361).

      San Liberio condena los conciliábulos herejes de Tiro, de Arlés, de Milán y de
      Rimini. Nueva prueba de su ortodoxia.

      Otra prueba:
      No fue invitado al conciliábulo de Rimini organizado por los arrianos. En 359, el emperador arriano Constancio convoca al conciliábulo de Rimini, pero se guarda bien de invitar a San Liberio, Atanasio y a los cincuenta obispos exiliados de Egipto.

      San Jerónimo comenta los efectos del conciliábulo de Rimini por una frase célebre: “El universo gime y se sorprende de ser arriano”. SOLO San Liberio tuvo el mérito de enderezar la situación: anula el conciliábulo de Rimini y anima a los obispos signatarios a rechazar la interpretación herética. “Los términos “hypostase” y “consubstancial” son como un fuerte inexpugnable, que desafiará siempre los esfuerzos de los arrianos. Es en vano que en Rimini hayan tenido la habilidad de reunir a los obispos para obligarlos por ardides o amenazas a condenar las palabras insertadas prudentemente en el símbolo; este artificio no ha servido de nada (…). Nos, recibimos a nuestra comunión a los obispos engañados en Rimini, con tal que renuncien públicamente a sus errores y condenen a Arrio” (in: Constant, t. 1, p. 401 – 403).

      La situación se vuelve más dramática el año siguiente. En el conciliábulo de Constantinopla (359 ó 360), los acacianos y los arrianos retoman la fórmula de Rimini y la herejía del concilio arriano de Nice en Tracia (359), que rechazaba la palabra “substancia” (siempre con el fin de socavar la fe definida en el concilio católico de Nicea de 325). “El concilio hizo firmar esta fórmula a todos los obispos, y la envía a todas las provincias del imperio, con una orden del emperador de exiliar a todos los que rehusaran firmarla. El gran número de obispos firma” (Paul Guérin: Los concilios generales y particulares, Bar-le-Duc 1872, t.1, p. 141). Entre los rarísimos defensores de la fe que rehusaron firmar, se cuenta el papa San Liberio.

      Es entristecedor leer, bajo ciertas plumas, que San Liberio hubiera sido arriano. Él tuvo el inmenso mérito de salvar, él solo, el universo católico entero. Que se había ensombrecido durante el arrianismo, cuando centenas de obispos reunidos en el conciliábulo de Rimini firmaron los textos susceptibles de una interpretación arriana. Él anima a los obispos de Rimini a retractarse. Cuando estos obispos lo hicieron, San Liberio informa a los obispos de Macedonia. Su carta merece ser citada, pues, leyéndola, no se ve cómo este papa canonizado podría ser tachado de arriano. Bien por el contrario, es de una santidad intransigente, lo que es todo a su honor y al honor del papado.

      “Nos os señalamos a fin de que vosotros no lo ignoréis, que todos los blasfemos de Rimini han sido anatematizados por aquéllos que han sido engañados por el fraude”, a saber, los obispos embaucados por algunos arrianos durante la tenida del conciliábulo, pero que se habían reintegrado gracias al papa. “Pero vosotros debéis indicar esto a todos, a fin de que aquéllos que, por la fuerza o por el fraude, han sufrido un daño en su fe, puedan ahora salir de la trampa herética para acceder a la luz divina de la libertad católica. Si alguno rehúsa expulsar el virus de la doctrina perversa, rechazar todas las blasfemias de Arrio y de condenarlas por el anatema: que sepa que – tal como Arrio, sus discípulos y otras serpientes, a saber los sabelianos, los patropasianos, o no importa cuáles otros herejes – es ajeno y fuera de la comunión de la Iglesia, que no admite los hijos adúlteros” (San Liberio: carta Optatissimum nobis.366).

      A manera de conclusión, una cita del antiguo historiador Teodoreto (Historia eclesiástica, libro II, c. 37): San Liberio fue verdaderamente “el ilustre y victorioso atleta de la VERDAD”.»

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